Los cuadros franceses habían sido destruidos por la infantería de Leith y precisamente era ahora cuando las tropas de Maucune habrían necesitado formar en cuadro y no antes, frente a la infantería. Sobre la cresta de la colina, rugiendo como una tormenta, venía la peor pesadilla de una infantería en desorden y retirándose: la caballería enemiga. Y lo que era peor, estos jinetes, unos 1000 en total, eran los hombres de la brigada de caballería pesada de Le Marchant, el 5º de dragones de la Guardia y el 3º y 4º de dragones. Estaban armados con las largas espadas rectas capaces de infligir terribles heridas en la infantería enemiga; en ninguna otra batalla se mostró tan claramente el poder de la espada de caballería pesada modelo 1796 como en la de Los Arapiles.
Los hombres de Le Marchant habían estado esperando pacientemente en los alrededores del pueblo de Las Torres donde habían recibido órdenes del mismo Wellington para que cargaran en cuanto la infantería de Leith se hubiera enzarzado con los franceses en la cresta de la colina.
Cuando Le Marchant apareció, los franceses hicieron un desesperado intento de defenderse pero nada pudieron hacer frente a la marea de destrucción que se les venía encima. Muchos franceses cayeron bajo el peso de las espadas, otros tiraron sus armas y se rindieron, mientras que otros huían hacia los bosques al sureste.
La División de Brennier se lanzó en ayuda de Maucune lanzando una carga de mosquete contra el escuadrón que encabezaba la caballería de Le Marchant. A pesar de los disparos, los dragones no se pararon y una vez más arremetieron contra la infantería francesa. La devastadora carga de los dragones británicos, iba, no obstante, a terminar en tragedia. Le Marchant, con sólo medio escuadrón de dragones, decidió ir detrás de los franceses fugitivos hasta el lindero del bosque, uno de los cuales levantó su mosquete y disparó matando a Le Marchant. De este modo el ejército británico se veía privado de uno de los pocos oficiales de caballería que conocía su oficio. Su brigada había cumplido con su trabajo; habían destruido ocho batallones de infantería francesa.
La Quinta División hizo 1500 prisioneros franceses mientras que el 4º de dragones capturó cinco cañones. El teniente Pearce del regimiento 44º East Essex capturó el águila del 62º de línea, lo que suponía una de las máximas humillaciones para un regimiento francés, ya que estas águilas eran entregadas por el mismo emperador Napoleón.
El lado oeste del campo de batalla era una masa desordenada de hombres y caballos. Los aliados veían como los miles de franceses derrotados huían hacia los bosques al sureste. Las Divisiones Tercera y Quinta barrieron el campo de batalla, llevándose por delante a los restos de las divisiones de Thomières, Maucune y Brennier mientras que las caballerías de D'Urban y Arentschild cargaban una y otra vez contra los pocos franceses que intentaban resistir.
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