Ruta
Alba de Tormes durante La Guerra de la Independencia

Alba y su puente sobre el río Tormes tuvieron un importante papel estratégico para los ejércitos en contienda durante la Guerra de la Independencia porque si se quería mantener la línea del Tormes necesariamente había que dominar Alba.

En noviembre de 1809, julio de 1812 y noviembre de 1812 el puente de Alba iba a verse copado de soldados intentando pasar a una u otra orilla del Tormes. Pero veamos que ocurrió.

La batalla de Alba de Tormes
(28 de noviembre de 1809)

Finalizaba el año 1809 y el balance de la Guerra de la Indepependencia era poco alentador para el ejército español. En ese año perdimos Zaragoza y Gerona tras sendos sitios que inmortalizaron sus nombres. La campaña de Talavera, en la que Wellington venció a los franceses, no produjo los grandes efectos deseados. Nuestros Ejércitos habían sido derrotados en Ciudad Real y Medellín, en Puente del Arzobispo y en Ocaña. Sólo hubo una victoria española en ese año, la de Tamames (18 de agosto de 1809), ya que en noviembre los españoles sufrirían de nuevo una sangrienta derrota en Alba y con ella la mayor parte del territorio español se hallaría en manos de los invasores.

Después del estrepitoso desastre español en Ocaña se paralizaron las operaciones emprendidas por el ejército español de la Izquierda en la campaña tan brillantemente comenzada con la victoria de Tamames. El general español Del Parque no estaba dispuesto a retirarse así como así, como parece debía haber hecho sin pérdida de tiempo, y acampó en las cercanias de Alba de Tormes donde se lo encontró el general francés Kellerman que comandaba una numerosa fuerza de caballería.

Del Parque colocó en la margen izquierda del Tormes dos de sus divisiones y dejó en la villa, en la derecha, las fuerzas restantes con el cuartel general, artillería y bagajes; era éste un error incomprensible ya que no había más comunicación entre ambas orillas que un estrecho puente.

Kellerman se dio cuenta de que el ejército español escaparía a la otra orilla en cualquier momento sin que pudiera hacer nada para impedirlo, ya que sus tropas de a pie se hallaban todavía a muchos kilómetros de allí y por lo tanto no podía atacar más que con la caballería. No obstante, decidió arriesgarse a lanzar un ataque sorpresa para tratar de retener al enemigo hasta que llegase la infantería.

Al sonido de las cornetas francesas, los españoles se apresuraron a formar una línea defensiva. Las tres divisiones se desplegaron rápidamente, mientras que la caballería de Anglona salía a contener a los atacantes, pero todo fue en vano. Con los húsares y los cazadores de Lorcet a la cabeza, la caballería imperial francesa se abalanzó en cuatro arrolladoras oleadas que acabaron enseguida con los jinetes de Del Parque y comenzaron a causar estragos en la infantería. Tras sufrir 3000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros, la mitad de los soldados españoles de infantería huyeron hacia el puente sobre el Tormes. El resto de la infantería consiguió formar en cuadro.

Sin embargo el comandante francés no entró en combate con los cuadros españoles. Decidido a sacar el máximo provecho del éxito de su ataque, durante casi tres horas se entretuvo en realizar una serie de maniobras fingidas que impidieron a los españoles escapar a la otra orilla. Incapaz de hacer avanzar refuerzos por entre los numerosos soldados que habían buscado refugio en el puente, Del Parque observaba la desesperada situación de sus hombres desde la ribera occidental mientras, a lo lejos, aparecían las primeras unidades de la infantería francesa.

Pero la gran victoria que Kellerman pretendía obtener no se produjo. Conscientes de que serían exterminados a menos que alcanzaran el puente, los cuadros españoles se lanzaron a una precipitada retirada en cuanto comenzó a anochecer. Aunque cayeron muchos hombres, la mayoría consiguió llegar hasta la posición de Del Parque. De todas formas, sin haber perdido más que 300 soldados, Kellerman había causado a su adversario más de 3000 bajas, apoderándose, además, de nueve cañones, gran cantidad de bagaje y cinco estandartes. Si su infantería hubiese llegado tan solo unos minutos antes, el triunfo hubiera sido aun mayor; no obstante, los primeros batallones expulsaron de Alba de Tormes a la retaguardia de Del Parque y ocuparon el puente. Aunque el comandante español de retiró inmediatamente sin oponer la menor resistencia a su victorioso adversario, no tardó en advertir que la batalla había tenido un efecto catastrófrico en la moral de sus hombres: durante la noche, las tres divisiones que participaron en los combates se dispersaron y huyeron en todas las direcciones. Cuando, a finales de dicembre, Del Parque restableció por fin la cohesión de sus tropas, sólo se habían integrado a sus unidades 26.000 hombres de los 29.000 que salieron de Alba de Tormes. Obligado a pasar el invierno en las sierras situadas entre Ciudad Rodrigo y Plasencia, el Ejército de la Izquierda fue víctima de la falta de alimentos, el frío y las enfermedades y, a finales de enero, estaba formado por solo 17000 soldados, la mayoría de los cuales se hallaban enfermos.

En este desgraciado combate, tan glorioso para la infantería, destacaron los regimientos españoles del Príncipe, Princesa, Gerona, Zaragoza y Navarra, que formaban parte de la vanguardia y 2ª División.

Los españoles solamente lograron salvar dos piezas de artillería gracias al valor y serenidad de los artilleros conductores Pedro Vasconte y Ginés López. El primero volcó el armón para que no pudiese llevárselo el enemigo, salvando el obús, no sin recibir un sablazo en la cabeza. El segundo consiguió retirar la pieza de la izquierda, a pesar de hallarse rodeado de enemigos. El brillante comportamiento de estos dos valientes artilleros fue recompensado con una pensión vitalicia y el honroso distintivo de llevar en el brazo un escudo con un obús volcado para el primero y un cañón con su cureña el segundo.) (Véase "Guía del artillero", por Miguel Michel y Osma, quien lo tomó a su vez del Archivo del Ministerio de la Guerra).

La batalla de Alba de Tormes figura en el Arco de triunfo de París donde se plasman las victorias de los ejércitos de Napoleón.


La retirada francesa después de la batalla de Los Arapiles
(22 y 23 de julio de 1812)

Al finalizar el 22 de julio de 1812 las derrotadas tropas francesas emprenden la retirada hacia Alba de Tormes con la intención de cruzar el río y ponerse a a salvo de la persecución de la caballería aliada. El puente de Alba carecía en ese momento de protección ya que las tropas españolas del Conde de España, a las que Wellington había encomendado su defensa, habían abandonado la plaza temiendo quedarse aislados si los franceses vencían en una batalla en los alrededores de Salamanca. El Conde de España no se atrevió a decírle a Wellington que había retirado las tropas sin su consentimiento y los franceses se encontraron con que podían atravesar el puente libremente y así seguir hacia la carretera de Peñaranda. El día 23 la retaguardia francesa tendría que enfrentarse a la caballería de la Legión Alemana del rey en el cercano pueblo de Garcihernández.

La retirada inglesa hacia Portugal a finales de 1812

La victoria de los Arapiles fue muy importante a largo plazo pero a corto plazo significó un triunfo momentáneo. En noviembre de 1812, cuatro meses después de los Arapiles, los ejércitos franceses se habían reagrupado y Wellington tuvo que retirarse desde Burgos de nuevo hacia Portugal. Alba y su posición sobre el Tormes volvían a ser entonces importantes, esta vez para proteger la retirada de Wellington.

Durante la retirada desde Burgos a Portugal el ejército aliado está peleando constantemente, acosado siempre por el enemigo, pasando y repasando ríos, y destruyendo puentes como el de Alba para así evitar la persecución francesa.

El día 14 de noviembre de 1812 el general francés Drouet D'Erlon, que persigue alos aliados en su retirada, observa como los defensores de Alba de Tormes pululan por su interior por lo que deduce que se están preparando para abandonar la plaza y manda a Taupin, jefe de la 3ª división, que evite la destrucción del puente apoderándose de él con algunas compañías de infantería ligera. Pero Stewart, que mandaba los batallones escoceses que defendían Alba, aprovechando las barricadas que obstruían las calles, tuvo tiempo de retirarse por la tarde, después de haber hecho volar dos arcos del puente. Esta obra era difícil de reparar dominada, como estaba al igual que el vado cercano, por el fuego de la artillería del torreón del derruido castillo de los Alba, guarnecido por las tropas españolas del Teniente Coronel Miranda. Aunque se combatió furiosamente en ambos lados y el jefe de las tropas francesas intimó a la rendición al gobernador de la plaza, éste la rechazó terminantemente y los franceses no pudieron reparar el citado puente ni pasar por el vado cercano. El conde de D'Erlon tuvo que contentarse entonces con hacer pasar sus divisiones por el vado situado a unos cinco kilómetros al sur de Alba a la altura del convento de San Leonardo y cerca de Torrejón.

Wellington, muy quebrantadas la subordinación y la disciplina de su ejército, alcanza el 18 de noviembre Ciudad Rodrigo, desde donde se internaría en Portugal, su base de operaciones y constante refugio, estableciendo cuarteles de invierno y acantonando su tropa en una línea que se extendía desde Lamego hasta las Sierras de Baños y Béjar.

Habría que esperar hasta 1813 para la definitiva expulsión de los franceses de España.


La defensa del castillo de Alba de Tormes
(14 al 24 de noviembre de 1812)

El general Wellington encargó al Teniente Coronel don José Miranda Cabezón, gobernador de Alba de Tormes, sostuviese el castillo mientras le fuese posible. Aquel digno jefe así lo hizo, defendiéndose bravamente detrás de los muros y parapetos, ya medio arruinados, hasta el 24 de noviembre, en cuya noche lo evacuó dejando sólo al teniente don Nicolás Solar con 20 soldados útiles, 33 heridos y enfermos y 112 prisioneros hechos en las salidas que había llevado a cabo. Llegado al amanecer al Carpio y teniendo que andar por medio de los enemigos y de sus puestos avanzados, esquivó su encuentro marchando y contramarchando durante los días 25, 26 y 27, pudiendo ya el 28 desembarazarse completamente de sus contrarios por medio de un rápido movimiento y acogerse libre al puerto de Pico.

 
 
RUTA
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Rio Tormes a su paso por alba de tormes
 
Vista Aerea de Los Arapiles